16 diciembre 2011

SIEMPRE QUIERO UN MAÑANA

Fue un instante en el que, buscando
la pregunta que deseaba, llegó la respuesta
que no esperaba.
Allí donde nadie sueña con llegar a ser
porque cada uno ya es, ante la penumbra
de algún poder no visto con el traje de la duda
sin poder diferenciar lo que uno quiere
a lo que uno puede.

Y ante esas sombras de la razón, hallar
ese espacio de luz donde surgen las situaciones
diversas, para saber cuál es el límite
que une y separa lo conocido de lo desconocido,
en el ámbito o la naturaleza de las cosas
pensadas u observadas y todo aquello
que las haga vivir.

¿Existe entonces la casualidad?...Lo que si sé
es que siempre quiero un mañana.

Marcelino Menéndez González

LO INTANGIBLE

Quisiera llegar a poseer toda la imaginación
y creatividad posibles, para visualizar la fantasía
de la admirable disposición de la inmensidada
de sistemas estelares como existen…

Decidir así mismo, que las ideas son independientes
de los conceptos y están hechas de base de impresiones;
y aprender que un concepto es el desarrollo limitado
y limitante, de una cadena de ideas, dentro de
una forma cognoscitiva.

También – por qué no-aspirar, oír, respirar y vibrar
viviendo y sintiendo, cualquier momento
de las emociones y los sentimientos y se capaz de,
por mucho que las distancias se agranden,, no perder nunca
el camino de vuelta, ni tampoco el diálogo más interno
y verdadero que existe, en el centro de la existencia
entre mi cuerpo, mi mente y mi corazón.

Marcelino Menéndez González

FIRME ESPERANZA

Mientras oía a una abeja afanosa
que recorría el cristal de mi ventana,
recapacitaba en que la memoria
es el medio para conservar el pasado
y a su vez el cuerpo del pensamiento,
y que éste no existe sino expresado.

En medio de esos recuerdos opacos
y descoloridos, no olvido aquella golondrina
que equivocó la tarde y yacía muerta
y desolada, llenándome de una agudizada
sensibilidad y tristeza.

Otros llenos de luz y color los asocié
a las rosas que, a pesar de cumplir sólo días,
en ese pequeño espacio de tiempo y vida,
son capaces de brindarnos la magia de su aroma,
su belleza y su esplendor.

Parece entonces, como si el óxido de las edades,
se despertara a la percepción de hechos singulares,
percibiendo lo significativo, como si con ello
quisiéramos asirnos a esa luz tardía que ya no nos
calienta pero, sin embargo, sí ilumina nuestro horizonte
con el impulso incluso de una firme esperanza.

Marcelino Menéndez González