Sin
darme cuenta siguiera,
empecé
a sacudirme el polvo
y me
encontré con los años vividos.
¡cuántos!
y que tan pocos…
Imaginé
el pasado y hallé tantos recuerdos,
que me
superaron; acudieron en tropel
y de
tal manera, que no fui capaz,
de
definirlos, cobrando importancia sólo algunos.
Uno de
ellos fue, cuando supe que era yo;
recuerdo
que sentí una emoción especial,
que
podía hacer cosas que pensaba nadie hiciera,
que era
parte de algo inmenso y se despertaban
en mí,
inquietudes de todo tipo. Me sentía libre,
sin
miedo, ante un mundo que me esperaba
y al
cual iba a pertenecer.
Qué
osadía y que utopía de entonces.
hoy,
después del tránsito recorrido en el tiempo,
me doy
cuenta cabal, que por mucho que se aprenda,
poco se
sabe de lo que hay que aprender, que el tiempo
transcurre
siempre igual, cada segundo, cada minuto,
al
mismo ritmo y la vida de igual compás, pero,
cuántas
veces queremos acelerarla, cambiarla y que pase
más de
prisa, sin lograrlo nunca.
Hemos
perdido en esa vivencia muchas cosas, irrecuperables;
vivir
momentos felices insignificantes que pasaron a nuestro lado,
sin
apenas darnos cuenta, no disfrutar de cosas que pensábamos
iban a
repetirse y no fue así y un sin fin de hechos a los que
nunca
dimos la más mínima importancia, que hoy la tienen.
En fin,
se le atribuye lo de “es ley de vida” y nada más.
acabé
entonces por sacudirme el polvo y me encontré
con lo
que soy, con lo que pienso, con lo que siento y
con lo
que vivo, Yo.
Marcelino Menéndez González