Quisiera recorrer esos cielos
con vastos espacios sin senderos,
acariciando la vida siempre cambiante,
oyendo el murmurar del trigo
que se agita, y contemplar desmoronamientos
que vuelvan a unirse, antes de que
el canto de los pájaros se apague en el aire.
Acostumbrarme al vehemente haz
del relumbrar de la luz, ante una olvidada
oscuridad y hacia esa distancia, dejar volar
mis fantasías, escuchando el siempre
sollozante líquido de la vida, en un territorio
de sueños entre espacio y tiempo; detenerme
en un rincón perdido y, disfrutar las horas
inciertas como esperando…pasivo, receptivo
y silencioso, ante los vacíos asombros
de un destino y la frágil eternidad.
Marcelino Menéndez González
con vastos espacios sin senderos,
acariciando la vida siempre cambiante,
oyendo el murmurar del trigo
que se agita, y contemplar desmoronamientos
que vuelvan a unirse, antes de que
el canto de los pájaros se apague en el aire.
Acostumbrarme al vehemente haz
del relumbrar de la luz, ante una olvidada
oscuridad y hacia esa distancia, dejar volar
mis fantasías, escuchando el siempre
sollozante líquido de la vida, en un territorio
de sueños entre espacio y tiempo; detenerme
en un rincón perdido y, disfrutar las horas
inciertas como esperando…pasivo, receptivo
y silencioso, ante los vacíos asombros
de un destino y la frágil eternidad.
Marcelino Menéndez González