13 julio 2008

LA ESPERANZA


Quise poder contemplar
cómo se mantiene la esperanza,
suspendida en los intentos
ante los embates lacerantes
que pretenden romperla,
y quise ver cómo los propósitos
por evitarlo se agrupaban,
constriñendo los espacios
para que en ellos no cupiera
la duda o el desconcierto.

Sin embargo, el viento se llevó
en su giro muchos de mis
pensamientos y me dejó
confuso, vacilante y callado;
me temo que desde entonces,
en la lejanía arde como un faro
la inquietud, aunque el fondo de las
palabras, lo ocupa la prudencia.

Marcelino Menéndez González

VIBRACIONES


Surcan por mi mente
ideas con una explosiva energía
por hacerlas realidad,
y que me acercarían a conseguirlas
si encontrara las respuestas,
que no hallo.

Es como el polvo, que no se ve
hasta que aparece al contraste
con la luz.

Voy sembrando los ámbitos
de la imaginación, de palabras
rompiendo el silencio de mis versos,
y sólo consigo un ligero murmullo
que se escurre y se quiebra
en lo profundo de las distancias,
los espacios y el tiempo...

Y, en el que me queda,
no puedo evitar que lo ocupe
lo que he dejado atrás,
ante ese exiguo futuro que se disipa
y languidece poco a poco,
y no se interrumpe ni se detiene y voy
deslizándome con él, aunque quisiera hacerlo
imaginando cómo la luna,
reflejando su luz hace caminos en el mar,
y pasear en ellos sintiendo las vibraciones
de la música de un pájaro azul...

Marcelino Menéndez González

SIN LÍMITES


A veces vivo la sensación
de que algo se mueve en mi derredor;
quizá fue un pensamiento mudo
cruzando la barrera de lo inefable,
o quizá lo que no ha sido
o lo que nunca fue...
o lo inefable de la dulzura de tu serenidad...

Y al caer la noche, con el último brillo
de una gota de agua donde crece la sombra,
no sé porqué, todo se volvió triste,
¡hasta la tristeza!...

Marcelino Menéndez González

SI YO PUDIERA SABER

Si yo pudiera saber
que mi ausencia no provoca reproche,
dolor o amargura, mi distancia
sería más llevadera.

Permanezco en mi habitación,
lugar de paredes iguales entre
el vacío de sus aristas, que ahogan
luces de silenciosa soledad
esperando el ayer...

Junto a la almohada callada, fría
e imperturbable, hundida
por el peso de los recuerdos y la caricia
de mi mano dormida, que despierta
y habita en tu búsqueda y solo encuentra
el vacío de tu ausencia llenando
los espacios de la añoranza, de aquel
tiempo vivido.

Marcelino Menéndez González

MEDITO


Medito y aprecio que llegan los atisbos,
algunos indecisos y difusos, con el riesgo
de perder la estabilidad de lo sensato,
pues, a veces, siempre que conseguimos
parar nuestro diálogo interior, algo
extraordinario sucede en nuestras vidas
y descubrimos cosas que jamás pensamos;
y me deslizo en el abismo de los deseos
con la idea de escapar de todos los anclajes
y sujeciones ajenas que me impidan
descubrir en su punto el equilibrio.

Lo difícil, sin duda, es alcanzar ese silencio
interno, consiguiendo detener el flujo inútil
de reflexiones, que no nos conducen
a ninguna parte, cercados por la eternidad,
pero sabiendo, eso sí, usar la energía
en favor de uno mismo y conocer sus limitaciones
y sus posibilidades.

Y en la búsqueda de algo todavía no encontrado,
aunque lo haya buscado con diligencia
durante largos años, dejarme deslizar silente
con leves pisadas inaudibles y saber
cómo irrumpir ascendiendo en el pináculo
de la suma de la verdad,
donde no hay fallas ni vacío y donde todo
sin excepción, es cierto.

Marcelino Menéndez González

CUANDO EN LOS ÁRBOLES


Cuando en los árboles las ramas
flexibles se agitan con la suave brisa
y veo el rápido cambio de la luz a la sombra,
de las glaucas hojas en medio del amanecer,
aprecio los tonos más allá de los matices
de un misterio extraño e invisible
que quizá esbozo y no es; el vislumbrar
ese pequeño resquicio de tan pequeña
claridad, que sin embargo despeja
las inmensas sombras y las vuelve diáfanas,
pero sin dejar ver la savia de sus raices que
permanece silenciosa, oculta y callada...

Marcelino Menéndez González

TOCANDO A SU FIN LAS PALABRAS


El tiempo se quedó atrapado
en la telaraña de la memoria,
con la profundidad de las dudas
de palabras que no se dijeron,
y el silencio que lo invadieron.

Si bien el volumen de las palabras
no suplió el vacío, pero habría
que haberlas dicho, con un pulido
y una lisura incomparables, para
que tuvieran sentido con una acción en sí,
con intensidad de pureza.

La distancia lo impidió y esa relación
de hablarnos, decirnos, contarnos
se perdió, como apego que nos unía
sintiéndonos uno al lado del otro,¡mirándonos!
adentrándonos juntos, en el peligro y la
maravilla de emociones inolvidables.

Tiempo y distancia en la que fuimos
perdiendo el matiz de los colores
y sus combinaciones, en una agonía
en la que vimos irse apagando todas las velas,
llegando a su fin nuestras plegarias
rodeadas de silencio...

Marcelino Menéndez González