21 septiembre 2013

UN PÁJARO AZUL

 Cuando declina
 el apacible oro de la tarde
 y se apagan lentamente
 los colores del paisaje,
 surgen a veces por momentos,
 las heridas del tiempo
 que se detienen, en el rincón oculto
 de un pájaro azul que vive, que llora
 y que solloza en el recuerdo,
 dentro del alma.

 Ese pájaro azul es el cariño que
 siento por ti y que se abraza a la nostalgia
 con sus cambiantes formas de añoranza;
 me depara entonces un delicado
 remanso, que me serena y me hace sentir
 lo agradable de aquel entonces,
 lleno de una emoción inolvidable;
 después, dulce, suave y quedamente
 como surge, vuelve a desaparecer,
 en lo invisible de una distancia
 y el increíble silencio del horizonte;
 hasta otra tarde en la que vuelva
 a detenerse el tiempo... y logre
 recuperar el aroma de su
 incomparable aleteo.

 Marcelino Menéndez González

MI ATALAYA

 En mi ventana, el color blanco;
 y lo mismo en el alero y la reja.

 Abrazándolos, una enredadera
 flanqueada por geranios fúsia,
 rojo y naranja que la custodian,
 y a través de diferentes espacios,
 el azul del cielo y...mis sueños,
 que armonizan sin descanso
 lo que escribo y lo que soy.

 Ésta es la atalaya de mi mundo,
 con la compañía de suaves melodías
 de bandas musicales, que me
 trasladan a los espacios con las vibraciones
 en las que me siento volar.

 Y cuando acuden las sensaciones
 que me acompañan,
 no sentirme asceta y solitario
 por todo lo que así percibo, porque,
 si bien escribo para mí, intuyo que hay
 un profundo "algo" que me otorga
 una vivencia única, de inmensa
 complacencia interior que me dice
 que estoy vivo y que tengo la capacidad
 de expresarme, soltando un lastre
 de ansiedad que me oprime y del que
 logro desprenderme plenamente,
 y entonces nada me ata y ya no me
 detengo, porque soy y me siento...libre.

Marcelino Menéndez González

MARIPOSAS

 A veces siento
 en la inabarcable inmensidad
 del cosmos, que somos
 como mariposas que revolotean
 un solo día y creemos...
 que eso lo es todo;
 también pienso
 que hay momentos,
 que sólo duran lo que tarda
 en borrarse lo escrito,
 en el vaho del cristal y sin embargo,
 queremos hacerlos eternos.

 Quizá, hay que caminar sin prisa
 porque los caminos llegan a lo lejos,
 y no existen tiempos
 para las nostalgias, y hay que dejarlas
 atrás para poder echarlas de menos.

 Y viendo cómo el mar respira con sus mareas,
 si sabemos armonizar nuestros instintos
 e impulsos, cualesquiera que sean
 las circunstancias, quizá podremos obtener
 frutos insospechados ante el arte de vivir,
 con la sencillez de las cosas,
 sus primitivos gustos y esencias...

Marcelino Menéndez González