13 julio 2009

LAS DESPEDIDAS



Es una tarde parda y fría,
con huellas de pisadas sonámbulas
y una pálida piedad…

Hay una memoria de las cosas,
que trae el dolor de todas las despedidas
consigo, como una monotonía de
lluvia en los cristales.

Es una incertidumbre agolpándose
en los propósitos, tratando de vulnerar
los principios y la dignidad que aún,
permanece estática y firme.

Han sido vivencias que trasladaron sentimientos
en distintos vaivenes, y diferentes emociones,
cuyos desenlaces determinaron imprevistos finales;
sólo transcurrieron sin invadir normas por caminos
no deseados, y es cuando dejaron esas huellas
que perduran como pisadas inquietas de ansiedad,
y que nunca culminaron en lo deseado.

Y mientras la tarde agonizaba y ya sólo quedaba
un polvo muy fino bailando en la luz, la noche
asomó su llegada y lo cubrió todo de una gélida sombra
y un sempiterno adiós…


Marcelino Menéndez González

LO INESPERADO



Cuando todo empieza a decaer,
de repente surge lo inesperado y hace
que una fuerza nueva vibre
con una intensidad plena y total,
capaz de recuperar el tiempo y lo perdido.

Siento entonces un hablar muy quedo
que me concita al recogimiento
huyendo de las soledades, y despierto
a todos los sentidos para que estén vigilantes
a lo que me rodea, y no vuelva a aparecer
el desencanto y no se sostenga por sí sola
la esperanza firme de vivir, sino unida
por la fuerza del cariño.

Y si para entonces te hubieras ido,
cimentaré mi estado de ánimo de una nueva
entereza, para no lamentar envuelto en las sombras,
el vacío de mi propio desaparecer, pero manteniendo
una línea de vida constante en mi horizonte.


Marcelino Menéndez González

NO ES



No es lo que miras,
no es lo que oyes,
no es lo que tocas, es…
¡Lo que sientes!.

No es lo que dices,
no es lo que intuyes,
no es lo que piensas, es…
¡Lo que callas!.

No es lo que esperas,
no es lo que das por hecho,
no es lo que sueñas, es…
¡Lo que vives!.

Y si de esos silencios a cuestas,
de esas vivencias intensas
y de esos sentimientos profundos, los unes
y aún crees, podrá surgir la respuesta que es…
¡La razón por la que escribo!.

Marcelino Menéndez González

NOCHE ESTEPARIA


El remanso y la magnificencia
representados en una noche serena
y oscura de eriales extensos;
viviendo sensaciones distintas a todo
al sentir esos grandes espacios de oscuridad
casi total, y la majestuosidad infinita
de un cielo indescifrable de estrellas.

Una vivencia única en que, al no existir
los contornos, puede significar todo
lo inimaginable; distancias enormes, miedo,
estupor, con la invasión de soledades y silencios,
con temperaturas extremas y diferentes.

Son vivencias insondables en las que te percatas
del sentido de la pequeñez, ante tanta magnitud
y donde todo parece permanecer estático.

Sin duda puede llegar a ser uno de los escenarios
naturales más imponentes, desoladores
y espectaculares, en los que uno pueda hacer
acto de presencia, tratando de describirlo
con la realidad más increíble vivida, en ese espacio
donde deja de existir el horizonte.


Marcelino Menéndez González

SÓLO NACER


Quiero recapacitar en lo que pienso,
para estar seguro de lo que escribo;
y es que me pierdo fácilmente en las esquinas
en ese laberinto de mi mente.

Si recurro al corazón para sentirlo,
parece que en el espacio de mi tórax se reduce,
y hace variable mi diástole y mi sístole,
al abrazarlo de emoción y sentimiento.

Pero si voy a lo intangible de mi alma,
se amplia el límite del horizonte y me pierdo
en una lejanía de distancia,
que no vivo ni siento, lo intenso de ese momento.

Tiene que ser entonces, en ese instante,
en ese segundo, que no lo toque siquiera
ni mi mente, ni mi corazón, ni mi alma y que surja
tal cual es, sin condición alguna, sin elegir,
¡ sólo nacer!.., después, para todo lo demás
habrá tiempo.


Marcelino Menéndez González

UN MURMULLO MELÓDICO



Estás en ese limbo entre despierto y dormido;
entonces sientes una melodía inesperada que llega,
y va llenando con su sonido los espacios del silencio,
hasta que te invade de una emoción inusitada y sentida,
y se desliza con una delicada compañía de añoranza.

Y esa vivencia y ese momento se vuelven únicos
y te penetran por todos los poros de la piel y vibran,
y se agitan en ti de una forma indescriptible, volviéndose
sensaciones impensables que lo inundan todo
y lo invaden del matiz perceptible de lo intenso,
y, a la vez, de lo indispensable de lo bello.

Después, sólo poco después, la meditación dormida
abraza el vacío y surge de nuevo el silencio…


Marcelino Menéndez González

SOMOS LO QUE NO SOMOS



Diría que somos nuestro fiel reflejo
en el espejo por las mañanas; sin embargo,
olvidamos lo importante de nuestra
identidad que es distinta a todos y en ese
espacio vital, estamos para hacer
lo que nos toca, porque otro no lo hace.

Tratamos de vivir con lo que tenemos y ojala
no sufrir por lo que carecemos, pero ocurre
que cuando rebasamos esos límites, sin darnos cuenta,
nos acercamos a perder el equilibrio de la ecuanimidad,
y es cuando surgen las comparaciones con los demás
y pensamos, si yo tuviera, si yo fuera, si yo ganara,
para acabar siendo, lo que no somos.

Vamos minando así alcanzar, lo que llamaríamos
felicidad, desviándola de un acto subjetivo y voluntario;
y cuántas veces en ese encuentro sin encuentro, desear
no perder las expectativas de saber a donde llegar,
y en ese final del arco iris en el caso de conseguirlo,
hacerlo con el esbozo de una sonrisa…


Marcelino Menéndez González

COHESIÓN





Estaba absorto;
escuchaba el eco de un ligero susurro
de voces infantiles a lo lejos, como cosas
que no se pueden ver pero si sentir,
imaginar y oír.

Y sentí de pronto la vibración de una energía interior,
como el despertar de algo que siempre espera
y brota de repente, como un destello
cubierto de fina sensibilidad.

En un momento, me sentí abrazado de sensaciones
tan diversas y variadas de sutileza, que me hicieron
vivir la presencia de algo inexplicable;
como si fuera una energía creadora, con un flujo
inquieto, aglutinante y unificador.

En un instante, consiguió realizar un cambio
que me permitió sentir una percepción distinta,
cohesiva y cognitiva diferente a todo y que
pude compartir, como la luz de una vela con otra
sin perder su intensidad, en una armonía que llamaría
angelical, con mi propio yo…


Marcelino Menéndez González