01 marzo 2012

SIEMPRE HABRÁ ALGO


Me oigo y no me veo;
y no puedo borrar lo que siento,
teniendo que ocultar lo que me hace sufrir,
hasta que sienta que se haya marchado la tristeza.

Y al enfrentarme con la línea del horizonte,
veo caer mi mundo sobre el mar tratando
de no hundirme bajo sus aguas, sino aspirar
el aire crepuscular y resurgir de los ámbitos
de lo sombrío y avanzar, aunque muchas veces
hay que cambiar las existencias surgidas del trayecto,
con la seguridad de que pase lo que pase, siempre
habrá algo de nosotros que no cambiará…

Máxime habiendo logrado dentro de un esfuerzo
prolongado, lo podido de lo posible
abarcando sus límites, y…sabercontinuar.

Marcelino Menéndez González

MUDA RESPUESTA


Mientras duerme la noche,
una silenciosa y muda respuesta me acompaña
y, un sueño…
Y un algo me empuja siempre en esa sombra de la que
ojala pudiera y supiera sacarlo, para llegar
a convertirlo en realidad y recuperar con ello
la armonía de mi propio ritmo interior.

Como la luz y el color pueden iluminar las cosas
y el camino recorrido absorbe la marcha, creo que así
lo que llevo de desconocido de mi mismo es,
lo que me hace ser yo.

Marcelino Menéndez González

EN MI APOSENTO


Cuando estás a solas en el silencio
y oyes el latido de tu propio corazón
y sientes merodear la soledad,
parecen surgir entonces un ritmo de circunstancias
diversas, que te trasladan a la compañía
de recuerdos profundos y como si de repente,
apareciera en ellos la respuesta a lo que siempre
has buscado por todas partes, y de pronto
te das cuenta de que siempre ha estado dentro de ti,
pudiendo ser tu propio credo, tu sentimiento,
y tu razón de ser y de existir.

Pero por sorpresa, oyes el clic de la luz
de tu aposento que se enciende,
y en un instante todo cambia otra vez,
para tener que volver a empezar…

Marcelino Menéndez González

EL VAIVÉN DE UN PÉNDULO



Como en el vaivén y la oscilación de un péndulo,
vivo el soplo de una sombra, tratando
de componer los compases de la partitura de mi vida
sin cuestionarla, sólo viviéndola aunque a veces,
estremeciéndome por dentro con vehemencia inusitada,
olvidándome de dar cada paso sin correr,
sabiendo que el camino es el mismo.

Es cuando aquilato el poder ver, el ritual del amanecer
y percibo que, cuando el amor es más sutil,
se vuelve la esencia de muchas cosas, sobre todo,
cuando emerge la espontaneidad de la ternura
y la sensibilidad se vuelve una fuente de energía precisa.

Otras, sintiendo que el cauce no debe esclavizar al río,
ni el buscar el centro de gravedad de una sortija,
sólo tomar conciencia de apreciar lo posible y ser
cada vez más consciente, de que no basta un espejo
para que uno se vea, sino la necesidad de reconocerse en él.

Marcelino Menéndez González