se adorna de un halo místico dibujado siempre
en el horizonte y, en su lontananza nos une
con la otra orilla, como perfil de un sueño inalcanzable.
Parece dibujarnos espacios de colores, en un viaje
por otros mundos, lejos de la memoria como polvo
de algo indefinido, irrumpiendo en el aire
como una mariposa que nos procura, una singular
sensación de grato sosiego y bienestar acompasado
suavemente de una melodía, que nos deleita de
un placer especial y nos acerca por las sinuosidades
de la belleza, inyectándonos el ensueño.
Es en fin, como cuando el árbol se viste de sol,
los rumores callan y en sus ramas basculantes,
los pájaros cantan invadiendo de trinos los silencios...
con un goce sin retener y sin poseer.
Marcelino Menéndez González