Desposeídas de su aureola de lo inefable,
unas cuantas emociones quisieron erigirse
en sensaciones e invadieron para ello,
el espacio de un instante de inspiración.
Se introdujeron en él, moviéndose inquietas
como reflejos de luz iluminando sombras,
eludiendo la impaciencia de la prisa,
y se manifestaron como un manantial de vibraciones
de agua pura y cristalina, con los chasquidos
de su alegría por vivir, ocupando
la estancia incesante de ese breve tiempo,
convirtiéndola en una fuente de vida,
serena, tranquila y bella.
Marcelino Menéndez González
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ResponderEliminarcool blog
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