Como
en el vaivén y la oscilación de un péndulo,
vivo
el soplo de una sombra, tratando
de
componer los compases de la partitura de mi vida
sin
cuestionarla, sólo viviéndola aunque a veces,
estremeciéndome
por dentro con vehemencia inusitada,
olvidándome
de dar cada paso sin correr,
sabiendo
que el camino es el mismo.
Es
cuando aquilato el poder ver, el ritual del amanecer
y
percibo que, cuando el amor es más sutil,
se
vuelve la esencia de muchas cosas, sobre todo,
cuando
emerge la espontaneidad de la ternura
y la
sensibilidad se vuelve una fuente de energía precisa.
Otras,
sintiendo que el cauce no debe esclavizar al río,
ni el
buscar el centro de gravedad de una sortija,
sólo
tomar conciencia de apreciar lo posible y ser
cada
vez más consciente, de que no basta un espejo
para
que uno se vea, sino la necesidad de reconocerse en él.
Marcelino Menéndez González
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