Viviendo la emoción que queda
detrás de algunos sueños en la búsqueda
de lo aún no hallado, pienso que
de esta vida sustancial, la que contiene la
verdadera esencia es, la que no se exhibe.
Como cuando se escucha el viento, pocas
veces se oyen sus palabras interinas, o como
la congoja de un niño que se esconde,
para que no puedas verlo llorar.
Yo no tengo la llave para abrir ningún sueño,
pero hay que hallar el sentido de las cosas
para desentrañar su esencia; la cohesión
de todo está ahí, sólo tenemos que buscarlo
para encontrarlo y desarrollar el esfuerzo
para conseguirlo.
La música requiere del sonido para hacernos
sentir todo lo que nos trasmite, haciéndonos
aflorar ese magma de avidez espiritual
de sensaciones y sentimientos, que llevamos
dentro.
La simple altura nos hace contemplar el
paisaje
de manera distinta y como interrogación
interna,
yo siempre viviré con la incertidumbre,
de no conocer el momento exacto de lo
imprevisto,
y donde muchas veces las preguntas se
encuentran
con respuestas que no se corresponden, ya que
bastaría un simple sí o un no.
Y al final, sin el hambriento roer de la
voracidad,
sentirme volar con las alas de un pájaro, en
busca
de su nido en el crepúsculo ante los
tranquilos
matices de la tarde.
Marcelino Menéndez González
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