Quisiera ser de tus voces, voz
como el añil del azul del cielo,
como el rocío mañanero sobre
la hierba, los lirios tempranos
y el trébol blanco...
aspirar el aroma de las rosas nocturnas
y en la penumbra, el de los pinos
y las encinas de los viejos bosques,
cargados de muérdagos, musgos y bellotas.
Aunque siempre, acaba por asaltarme
un temor a no sé qué sombrío,
con los ojos entrecerrados como a la espera,
y con la bóveda celestial allá arriba
en la que aparece un trémulo destello
entre nubes oscuras y densas.
Y me siento observado por ojos ligeros
y fugaces miradas, que se mueven en
todas las direcciones en los rostros
aniónicos, pero convergiendo en mí.
Marcelino Menéndez González
No hay comentarios:
Publicar un comentario