En el azul turquesa de la mañana
del alba final de la vida,
con la lágrima callada
un lánguido sol me encandila
y el cielo cuelga nubes
y algunas se desvanecen o desgarran
sin forma ni color, entre tanto
el azul monótono prosigue invencible...
Los viejos sueños fueron buenos
aunque no se realizaron, por ello quizá
fueron buenos y permanecieron,
como una ilusión del sol en las últimas
hojas de un arbol de otoño y mi alma,
como un carrusel vacío en el crepúsculo.
Mientras tanto, las luciérnagas seguirán volando
con sus ecos de luz, en las ventanas.
Marcelino Menéndez González
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