31 octubre 2007

EL AYER

El tiempo vuelve opaca y fría
la luz de la memoria, sobre todo
cuando sopla el viento del olvido.

Son como gritos mudos de gargantas
secas que no se refrescan y ruidos
que no aturden, pero cuando
entre la puerta de la luz y la sombra
surge un sol radiante que te rescata,
te sientes como una gaviota que liba
el oro del día, aspirando los viejos
perfumes del mar.

Siempre habrá agua y sol, y aquellos
momentos únicos que ni ojos
tan llenos de otros ojos, contemplaron,
y en que las horas danzaban sin prisa
y se deshacían solas, entrando en la
memoria para siempre.

Hoy ya no escuchas la melodía
de los guijarros en el río y rendimos
homenaje al bostezo, donde un minuto es eterno.


Marcelino Menéndez González

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