El tiempo vuelve opaca y fría
la luz de la memoria, sobre todo
cuando sopla el viento del olvido.
Son como gritos mudos de gargantas
secas que no se refrescan y ruidos
que no aturden, pero cuando
entre la puerta de la luz y la sombra
surge un sol radiante que te rescata,
te sientes como una gaviota que liba
el oro del día, aspirando los viejos
perfumes del mar.
Siempre habrá agua y sol, y aquellos
momentos únicos que ni ojos
tan llenos de otros ojos, contemplaron,
y en que las horas danzaban sin prisa
y se deshacían solas, entrando en la
memoria para siempre.
Hoy ya no escuchas la melodía
de los guijarros en el río y rendimos
homenaje al bostezo, donde un minuto es eterno.
Marcelino Menéndez González
la luz de la memoria, sobre todo
cuando sopla el viento del olvido.
Son como gritos mudos de gargantas
secas que no se refrescan y ruidos
que no aturden, pero cuando
entre la puerta de la luz y la sombra
surge un sol radiante que te rescata,
te sientes como una gaviota que liba
el oro del día, aspirando los viejos
perfumes del mar.
Siempre habrá agua y sol, y aquellos
momentos únicos que ni ojos
tan llenos de otros ojos, contemplaron,
y en que las horas danzaban sin prisa
y se deshacían solas, entrando en la
memoria para siempre.
Hoy ya no escuchas la melodía
de los guijarros en el río y rendimos
homenaje al bostezo, donde un minuto es eterno.
Marcelino Menéndez González
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