Fue un momento;
la noche se quedó quieta, oscura,
profunda, y en medio de un silencio total;
en un segundo escuché y sentí en el pecho
y en las sienes cómo mi diástole y sístole,
vibraban en un latir intenso y emocionado
al que se sumó entonces,-de repente- una percepción
de miedo y una soledad que se hizo eterna.
En ese basto vacío, como en un páramo,
sentí una brisa impalpable que me originó
un intenso frío y una sensación penetrante
y única, acompañada del presentimiento que alguien estaba ahí…
Marcelino Menéndez González
la noche se quedó quieta, oscura,
profunda, y en medio de un silencio total;
en un segundo escuché y sentí en el pecho
y en las sienes cómo mi diástole y sístole,
vibraban en un latir intenso y emocionado
al que se sumó entonces,-de repente- una percepción
de miedo y una soledad que se hizo eterna.
En ese basto vacío, como en un páramo,
sentí una brisa impalpable que me originó
un intenso frío y una sensación penetrante
y única, acompañada del presentimiento que alguien estaba ahí…
Marcelino Menéndez González
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