Medito y aprecio que llegan los atisbos,
algunos indecisos y difusos, con el riesgo
de perder la estabilidad de lo sensato,
pues, a veces, siempre que conseguimos
parar nuestro diálogo interior, algo
extraordinario sucede en nuestras vidas
y descubrimos cosas que jamás pensamos;
y me deslizo en el abismo de los deseos
con la idea de escapar de todos los anclajes
y sujeciones ajenas que me impidan
descubrir en su punto el equilibrio.
Lo difícil, sin duda, es alcanzar ese silencio
interno, consiguiendo detener el flujo inútil
de reflexiones, que no nos conducen
a ninguna parte, cercados por la eternidad,
pero sabiendo, eso sí, usar la energía
en favor de uno mismo y conocer sus limitaciones
y sus posibilidades.
Y en la búsqueda de algo todavía no encontrado,
aunque lo haya buscado con diligencia
durante largos años, dejarme deslizar silente
con leves pisadas inaudibles y saber
cómo irrumpir ascendiendo en el pináculo
de la suma de la verdad,
donde no hay fallas ni vacío y donde todo
sin excepción, es cierto.
Marcelino Menéndez González
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