Veo las olas rompiendo en los espigones,
salpicándome con su espuma, haciéndome
revivir aquellos momentos, en que la ternura
perfumó con su paso mis sueños.
Con el fervor de la lucidez positiva
y la lluvia del sol, digo que me gustan
algunas tardes tristes, porque me llenan
de melancolía y entonces parece,
como si los sentimientos cobraran
un mayor significado y se deslizaran
con una nítida transparencia…
Son esos momentos en los que me sumerjo,
con la sensación de penetrar en busca
de lo intangible e inefable, como si fueran
paredes sin aristas, o como si mi corazón
tuviera que caber en un poema;
y continúo queriendo hallar esa mirada de mirar
intenso en la que me perdí, entre la pasión
y la razón, lo real y la apariencia.
Y sin dar explicaciones,- porque hay quien no
las necesitaría y otros a quien dándolas,
no me escucharían-, me sitúo donde nadie lo creería,
si supiera lo que deshecho y se sorprendería de
lo mucho que conservo, para alcanzar mi propósito.
salpicándome con su espuma, haciéndome
revivir aquellos momentos, en que la ternura
perfumó con su paso mis sueños.
Con el fervor de la lucidez positiva
y la lluvia del sol, digo que me gustan
algunas tardes tristes, porque me llenan
de melancolía y entonces parece,
como si los sentimientos cobraran
un mayor significado y se deslizaran
con una nítida transparencia…
Son esos momentos en los que me sumerjo,
con la sensación de penetrar en busca
de lo intangible e inefable, como si fueran
paredes sin aristas, o como si mi corazón
tuviera que caber en un poema;
y continúo queriendo hallar esa mirada de mirar
intenso en la que me perdí, entre la pasión
y la razón, lo real y la apariencia.
Y sin dar explicaciones,- porque hay quien no
las necesitaría y otros a quien dándolas,
no me escucharían-, me sitúo donde nadie lo creería,
si supiera lo que deshecho y se sorprendería de
lo mucho que conservo, para alcanzar mi propósito.
Marcelino Menéndez González