Siento que debo detener mi andar y recapacitar
para comprender, el delicado equilibrio de la vida.
Y es que no se puede seguir persiguiendo el arco iris
porque como surge, desaparece y es que nunca acabas
de acercarte a él, porque siempre se aleja…
Y la vida no funciona así como uno quiere, y hay
que rechazar muchas veces lo cuestionable y acercarnos
a lo justo y adecuado a nuestro forma de ser y sentir
no permaneciendo siempre asidos a la fe y a la esperanza,
como recurridos recursos, -que a veces no llegan-
sino aferrarnos a la entereza y al carácter, aprendiendo
a saber enfrentarnos a las vicisitudes, con la capacidad
de solucionarlas en positivo, a base de tenacidad,
esfuerzo y decisión.
Disipar las brumas del horizonte para apreciar la claridad
y la luz, consiguiendo con ello en cada nuevo día,
un renovado estado de ánimo apoyado en un sereno bienestar
sabiendo, que existen esos remansos capaces de hacernos
disfrutar lo mismo del olvidado gorjeo de los pájaros,
que de una plácida tarde contemplando el ocaso y su arrebol.
Marcelino Menéndez González
para comprender, el delicado equilibrio de la vida.
Y es que no se puede seguir persiguiendo el arco iris
porque como surge, desaparece y es que nunca acabas
de acercarte a él, porque siempre se aleja…
Y la vida no funciona así como uno quiere, y hay
que rechazar muchas veces lo cuestionable y acercarnos
a lo justo y adecuado a nuestro forma de ser y sentir
no permaneciendo siempre asidos a la fe y a la esperanza,
como recurridos recursos, -que a veces no llegan-
sino aferrarnos a la entereza y al carácter, aprendiendo
a saber enfrentarnos a las vicisitudes, con la capacidad
de solucionarlas en positivo, a base de tenacidad,
esfuerzo y decisión.
Disipar las brumas del horizonte para apreciar la claridad
y la luz, consiguiendo con ello en cada nuevo día,
un renovado estado de ánimo apoyado en un sereno bienestar
sabiendo, que existen esos remansos capaces de hacernos
disfrutar lo mismo del olvidado gorjeo de los pájaros,
que de una plácida tarde contemplando el ocaso y su arrebol.
Marcelino Menéndez González
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