Veo cómo se
mecen en los árboles
las ramas
desnudas sólo abrazadas
por el frío
del invierno,
y siento
cómo es acunada mi alma
en ese
impás y en esa busca
donde more
el equilibrio y los silencios.
Es quizá
donde puede existir la línea
imperceptible,
entre sombra y luz,
ceniza y fuego,
y todas las dualidades
para lograr
llegar a ver
a través
del filo de una navaja,
el sentido
del horizonte.
Puede ser
entonces, sólo entonces,
cuando
surja el atisbo de sentir
lo hondo de
ese espacio de vida
que
llevamos dentro y que nos dice
que ésa es
la razón de continuar,
a pesar de
todo.
Marcelino Menéndez González
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