Estoy y me siento receptivo a muchas cosas;
son sensaciones como la de saber que las estrellas
que no ves, siempre siguen ahí…
Y siguiendo el camino de la reflexión,
encontrar y contemplar el rostro del horizonte,
pudiendo disfrutar el oro crepuscular de un paisaje
de aguas mansas y en los mundos del sentimiento
matizarlo todo con la belleza de la plenitud y el universo
de la sensibilidad.
Sintiendo así, en lo profundo del encantamiento interior,
la lectura de lo sublime y lo tierno.
Aprender a alumbrar los rincones despojados de luz
cuando todo oscurece, con el resplandor de las luces
del amor y aceptar que muchas veces, por largo
y deliciosamente maravilloso que nos parezca el silencio,
siempre existirá la palabra que lo rompa
Marcelino Menéndez González
son sensaciones como la de saber que las estrellas
que no ves, siempre siguen ahí…
Y siguiendo el camino de la reflexión,
encontrar y contemplar el rostro del horizonte,
pudiendo disfrutar el oro crepuscular de un paisaje
de aguas mansas y en los mundos del sentimiento
matizarlo todo con la belleza de la plenitud y el universo
de la sensibilidad.
Sintiendo así, en lo profundo del encantamiento interior,
la lectura de lo sublime y lo tierno.
Aprender a alumbrar los rincones despojados de luz
cuando todo oscurece, con el resplandor de las luces
del amor y aceptar que muchas veces, por largo
y deliciosamente maravilloso que nos parezca el silencio,
siempre existirá la palabra que lo rompa
Marcelino Menéndez González
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