Mi recuerdo viaja
hacia paisajes misteriosos,
con valles donde habla el viento
que dormita en las montañas,
y vive la soledad y el vacío
en caseríos silenciosos y desiertos,
con caminos pedregosos
donde no existen mariposas
y no vuelan los pájaros,
los matorrales pobres y salvajes
y las flores de los cardos
vacías de perfumes.
Son como fantasmas de una nave
que surca en las mareas
hacia la morada definitiva
de los eternos silencios, con un halo
de sombras y misterio, con voces extrañas
que el viento recoge en el curso
de los fondos de las verdades
y pasea con los salicornios por todas partes,
al bordear la frontera entre el cielo
y lo increíble, junto al perfil gris
de ese horizonte.
Y se deslizan los espacios
y callan los propósitos que
en paupérrimas rutinas, recorren
los pasos de esos caminos que el polvo
invade de vacíos y desconciertos,
y cuando el cielo es brillante
el sol despiadado, seca las almas...
Marcelino Menéndez González
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