Llega el fin del día
y la noche tiene su propia música;
no siempre el tiempo necesita la nostalgia
que nos hace meditar, viendo el agua
de los puertos en la que se refleja la luz,
meciéndose al compás de ondas tranquilas,
que parecen idear formas y crear figuras.
En todo hay algo que cambia y algo
que permanece y a veces, muchas veces,
ni siquiera nos percatamos de ello.
Y así, pasa la vida...
y continuamos, perdiéndonos cada noche
de contemplar los miles de luces que existen
en el cielo y ese vislumbre fugaz del paraíso...
Marcelino Menéndez González
y la noche tiene su propia música;
no siempre el tiempo necesita la nostalgia
que nos hace meditar, viendo el agua
de los puertos en la que se refleja la luz,
meciéndose al compás de ondas tranquilas,
que parecen idear formas y crear figuras.
En todo hay algo que cambia y algo
que permanece y a veces, muchas veces,
ni siquiera nos percatamos de ello.
Y así, pasa la vida...
y continuamos, perdiéndonos cada noche
de contemplar los miles de luces que existen
en el cielo y ese vislumbre fugaz del paraíso...
Marcelino Menéndez González
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