31 octubre 2009

AQUELLAS TARDES DE INFANCIA


No pretendo filosofar, pero cuántas veces
nos asaltan recuerdos que en su día,
ignoramos darles explicación, si bien
porque en ese momento no la tenían,
o simplemente nada se nos ocurría.

Cuando era niño y me ocupaba de hacer
los deberes en el suelo, - no había muebles-, cerca de un taburete
donde mi madre se sentaba a coser, o bordar,
repetidas veces levantaba la cara para verla
y nunca ví en la suya nada que no fuera
un tenue sonrisa; a veces la movía ligeramente
haciendo gestos de asentimiento, otras negando
pero en esos momentos yo no ocupaba
sus pensamientos. Sólo de vez en cuando le oía
decirme, no borres tanto, o coge bien el lápiz,
o para de moverte.

Mientras ella seguía zurciendo o bordando,
seguramente en su mente a la par,
hilvanaba sus pensamientos, que sin duda
la trasladaban en el camino de las preocupaciones
y los recuerdos familiares.

Esas imágenes que se podría decir que no encierran
algo especial, sin embargo en la distancia y el tiempo
toman un matiz distinto, ya que para mi en la actualidad,
encierran un diálogo breve, de pocas palabras y silencios
pero de una armonía de amor fraternal inmenso.

Marcelino Menéndez González

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