15 octubre 2009

EL SILENCIO


Mientras los campos húmedos duermen
con el rocío matinal, acariciados aún
por una incipiente luz de luna,
más allá de mi ventana
los árboles parecen flotar
en el aire de la mañana.

Alterando la prisa rutinaria
fue entonces cuando cerré los ojos
y me senté sin hacer nada, sin pensar en nada,
y me quedé quieto y, en esa actitud
sólo escuchaba…

Me acompañó el muy leve zumbido del silencio
más intenso y logré oír en mi fuero interno,
un leve susurro, como si intentase alcanzar
a hablar, a mi alma...

Marcelino Menéndez González

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