que he
aprendido a notar,
estar
suspendido en el consciente de mi mente,
desarrollando
percepciones como
la fuerza de
la bondad, lo sutil de la suavidad,
o lo dulce
de la ternura,
sintiéndome
significativamente vivo.
Y cuando
corre la brisa del alba
abriendo la
puerta a un nuevo día
con el olor
fresco de la mañana,
siento formarse
una energía vital, capaz de
mantener la
firme voluntad, en conseguir
los
objetivos deseados.
Siempre
acompañados de la complacencia
interior, de
un especial estado de ánimo positivo.
En ese
espacio, no hay ruido que perturbe
el silencio,
en el que se crean sensaciones
con luz
propia que iluminan, momentos
significativos
de emociones y sueños,
capaces de
adornarse de una singular sensibilidad.
Todo esto
hace que me reconcilie con todo…
Sin perder
el contacto conmigo mismo.
Marcelino Menéndez González
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