Se deslizaron los espacios
y sin saber cómo,
se vaciaron los momentos
en el abismo del tiempo.
Fue sentir un impulso y supe
que ése era el rumbo de elevarme,
no para sobresalir, sino para ver
más allá del horizonte.
Y así pude contemplar
cómo llora el viento en la cima
de la montaña, o cómo la luz
centellea en el agua, trazando
luminosos senderos en la oscuridad,
e impregnarme de cómo se adornan
los campos de trinos de pájaros, manojos
de espigas y de lunas llenas.
Marcelino Menéndez González
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