y fluyen como aguas de un manantial impregnado
de sentimientos; se entrelazan en una urdimbre
increíble de sensaciones, acariciando de sutil goce
la orilla más profunda de mi propio ego.
Y me hacen estar, ser y sentir, dentro de un bienestar
infinito, que me proporciona el disfrute más intenso
y sereno, de un estado grato de armonía.
Todo se impregna entonces de cosas positivas, energía,
esencia y de una diáfana luz, que ilumina cualquier
vestigio de penumbras y en donde además persiste,
una fuerza intensa de vida, que me abraza hasta
el último suspiro de mi aliento.
Y sin robarle inspiración a la tristeza, guardo
en el equipaje de los recuerdos estos sueños,
como si fueran una renovada realidad, que inunda
de pequeñas grandes cosas mi estado emocional.
Sé que por siempre será así, porque pervivirá como
algo mágico y distinto a todo, mientras en mí haya
conciencia de que sigo vivo y, sin poder dejar de amarte,
seguirás siendo algo más que un afán y
una eterna ansiedad…
Marcelino Menéndez González