Fue un breve momento en que reparé,
el cómo las nubes ornamentaban de figuras
un cielo que me pareció más azul que nunca,
y me percaté entonces del surgir del reverdecer
de las ramas de los árboles que había
a mi alrededor, y escuché el murmullo con la cadencia
de su remanso de un río cercano, y todo,
con el bienestar de un estado de ánimo tranquilo,
que me permitía sentir, una emoción especial.
Algo penetraba por los poros de mi piel,
haciéndome vibrar de un disfrute de lo más
agradable, que me recorría con un escalofrío
por la espalda, con la dulce sensación de una amorosa
caricia, cruzando el muro invisible de lo imprevisto,
con una gota de silencio…
Es entonces cuando vives una comunión espiritual
con la naturaleza, que sin duda será difícil de olvidar,
por lo breve, por lo intenso y bello y por lo inesperado
y, porque el paisaje también se hace memoria.
el cómo las nubes ornamentaban de figuras
un cielo que me pareció más azul que nunca,
y me percaté entonces del surgir del reverdecer
de las ramas de los árboles que había
a mi alrededor, y escuché el murmullo con la cadencia
de su remanso de un río cercano, y todo,
con el bienestar de un estado de ánimo tranquilo,
que me permitía sentir, una emoción especial.
Algo penetraba por los poros de mi piel,
haciéndome vibrar de un disfrute de lo más
agradable, que me recorría con un escalofrío
por la espalda, con la dulce sensación de una amorosa
caricia, cruzando el muro invisible de lo imprevisto,
con una gota de silencio…
Es entonces cuando vives una comunión espiritual
con la naturaleza, que sin duda será difícil de olvidar,
por lo breve, por lo intenso y bello y por lo inesperado
y, porque el paisaje también se hace memoria.
Marcelino Menéndez González
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