Imagino y siento cómo se desprende el agua
del río, en una caída libre de su caudal
salpicada de blanca espuma, adornada de
frescura y sonoridad.
Desbocadas en su cauce salpicando de rocío,
las rañas y los meandros por sitios extraños
en su constante discurrir, trasladando
la colaboración mágica de los contrastes,
en la diversidad de colores de lo cristalino
de sus aguas, con el azul celeste y el verde hierba,
en busca del vértigo de lo bello y el matiz
de lo mágico.
Siempre camino al remanso anhelado,
en medio de paisajes desconocidos,
antes del encuentro agónico de su final…
Final que llega entrelazándose en las rías
con las aguas marinas, que las abrazan
al regreso a su origen, fundiéndose una vez más
con las marismas y su peregrinar.
Marcelino Menéndez González
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