Oigo tu voz
y me lleno de sentido
y sueño, y vivo, pleno de todo.
Me traslado a un mundo invisible
que mi sentimiento crea como real,
rebosante y completo de anhelos consumados
y de ansias inquietas, por saberte cerca…
Y te siento.
Ven, ven donde tú vibras y yo tiemblo,
en ese tú primero y yo después
y donde hemos aprendido a ser,
en la entrega y el deseo de estar juntos;
desprovistos de egoísmo y la mente
dispuesta y fortalecida a nuestra manera,
sabiendo que nuestro disfrute no es
tiempo perdido y sin ignorar el luego no te
sé,
del amor.
Y tu voz culmina con el susurro, que me abraza
de añoranza y me dice adiós hasta la próxima
vez,
y yo le digo…adiós.
Marcelino Menéndez González
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